Andrea Caro

Quiero empezar agradeciendo a la Comisión de Jueces de la Asociación Francisco de Vitoria por ponerse en contacto conmigo y darme la oportunidad de contar mi experiencia. Aun sigo pellizcándome por todo lo acontecido en los últimos días. La expresión ¨todo esfuerzo tiene su recompensa¨ adquirió verdadero significado para mí el pasado 1 de octubre.

Mentiría si dijera que ser juez siempre ha sido mi objetivo. Lo que sí es cierto es que siempre he sido inconformista y nunca me he resignado o callado ante situaciones que me parecían injustas. Supongo que ese es el común denominador de todos los que decidimos opositar a judicatura.

He tenido la inmensa suerte de vivir en cinco países diferentes. Por lo que aquí atañe, destacaré que mis vivencias en México me sirvieron para tomar aun más conciencia de cómo varía el sentimiento de seguridad personal de un territorio a otro; de lo diferente que se percibe la violencia de un país a otro; de la desigual respuesta que proporcionan los sistemas y, sobre todo, de la importancia de unas instituciones consolidadas y garantistas. Así, decidí, con el empuje de alguien que ha sido pieza fundamental en esta carrera de fondo y aunque suene idealista, aportar mi granito de arena en la consecución un mundo más justo embarcándome en esta aventura; al fin y al cabo somos el resultado de lo que vivimos y de las decisiones que tomamos.

Empecé a opositar el 15 de septiembre de 2017 y conseguí mi soñado aprobado el pasado 1 de octubre de 2020. Entre una y otra fecha se incardinan momentos buenos,  de querer comerme el mundo, y claramente, días de inseguridades, de miedos, que a veces se apoderan de todos los pensamientos positivos de la mente de un opositor.

Por ello, a mi me gustaría dedicar estas palabras al elenco de opositores a la Carrera Judicial y Fiscal; grupo del que yo, hasta hace unos días, formaba parte. Tengo un enorme respeto y admiración por todos y cada uno de sus integrantes; por la valentía, por la lucha y el enorme esfuerzo y sacrificio que requiere.

Hace un tiempo leí, no recuerdo dónde, una frase que decía: ¨La injusticia es humana, pero más humana es la lucha contra la injusticia.¨  Me gusta pensar que todos los que decidimos perseguir la Carrera Judicial y Fiscal es precisamente  porque abrazamos con vocación los valores de justicia, de servicio público y el sentido de responsabilidad que ello conlleva.

Yo quiero proporcionar una visión realista de lo que es el proceso de ingreso, al menos lo que ha sido para mí. Empecé a preparar sin ser verdaderamente consciente de lo agotador y desesperanzador que puede llegar a ser. Desde el principio, pese a lo que te diga tu entorno, te comparas con otros opositores veteranos. No es hasta que conoces tus límites, descubres tus puntos fuertes y compensas los más débiles que verdaderamente te encuentras a ti mismo en una camino que, hasta entonces, era totalmente desconocido.

Vivimos, además, en unos tiempos en los que estamos acostumbrados, pretendemos e incluso exigimos resultados inmediatos. La paciencia, la constancia y la resiliencia se convierten, así,  en los pilares básicos de esta carrera, no olvidemos, de fondo. Es un camino duro, psicológicamente hablando y, lógicamente, no es lineal; tiene sus idas y venidas, sus subidas y bajadas, pero no se camina en balde. Si lo piensas objetivamente, es así como debe ser. Aspiras, en mi caso, a incorporarte a la Carrera Judicial y por lo tanto, a incidir de manera directa en la vida de las personas.

La responsabilidad que ello supone requiere de una preparación exigente y comprometida; pues ella será el cimiento sobre el que se asentarán el resto de aptitudes necesarias para el desempeño imparcial, independiente  y responsable de la función jurisdiccional.

Han sido unos años en los que he descubierto cosas de mí que hasta ahora no conocía.  Eso sí que ha sido maravilloso. Sigo siendo la misma Andrea soñadora que empezó, pero ahora soy más consciente que nunca de que con tesón, esfuerzo, sacrifico, constancia, ilusión y fuerza de voluntad se pueden hacer realidad sueños que en un principio podían parecer imposibles y lejanos.

Espero poder mantener siempre, aunque cueste, la ilusión con la que empiezo este nuevo camino, de tener altura de miras suficiente ante las situaciones que se me planteen y ejercer con coraje mi deber.

Probablemente, cualquier opositor recién aprobado te diga que lo que se siente al recibir el ¨enhorabuena, has aprobado¨ es algo inexplicable. Es una mezcla entre paz, orgullo, alivio, felicidad en estado puro y mucha adrenalina. Seguramente se parezca mucho a sentir que estás flotando en una nube, tocando el cielo.

Por ello, a todo opositor que me esté leyendo, espero que estas palabras sirvan para haceros sentir esperanzados, empoderados, motivados y dejaros la piel en vuestro sueño. No ha sido fácil, pero cuánto ha merecido la pena.

Andrea Caro Fernández

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