Señorita, chica, bonita, psss, psss…Así es como comienza el día para una enfermera (y eso que ya no llevamos cofia, y sí, para las enfermeras, porque con lo de los enfermeros, ya es otra historia). Somos de todo (parece ser) menos profesionales que velan por la seguridad y salud de las personas. Somos “chica” somos “señorita” somos “amor”, casi se nos podría hasta dedicar una de esas rancias canciones de amor, somos, me atrevo a decir, desinformación. Pues pareciese que ni siquiera nuestros compañeros de fatigas, los tan adorados galenos, saben cómo referirse a sus compañeras. La “ATS”, la “señorita”, “la practicanta”. Me rio, por no llorar. Recuerden, recuerden, 1977, conspiración, pólvora y traición, que las Enfermeras hemos tenido que estudiar la lección, asistiendo a la facultad con devoción (año en el que la Enfermería pasa a ser una titulación universitaria). Recuerden, recuerden, ya de paso, que tenemos competencias propias. Pero, qué difícil es recordar, y más, cuando no interesa.
¿Y por qué hago referencia sólo a «las enfermeras»? Porque socialmente no es lo mismo ser enfermera que médico y tampoco, aunque fastidie, así de pronto reconocerlo, es lo mismo ser, enfermera que enfermero. Históricamente aquellas personas hombres que deseaban desempeñar la tarea del cuidado como “enfermeros”, asistían a las facultades de Medicina a formase como “señoros practicantes”, mientras que aquellas personas, mujeres, que deseaban ser enfermeras, acudían a las “Escuelas de Enfermería”, a formase como ayudantas sanitarias, no puedo dejar de decir que además sus currículums educativos estaban “adaptados” a unos y otras respectivamente (¿cómo iba a estudiar lo mismo un hombre que una mujer? ¡Mon dieu!).
Me gustaría, y en esta línea, hacer alusión al estudio “Género y profesión en la evolución Histórica de la Enfermería Comunitaria en España” donde las mujeres representan a día de hoy más del 80% de los profesionales de Enfermería, sin embargo, solo el 62% son presidentas colegiales provinciales, y ya, si nos vamos a autonomías ellos representarían más del 70%. La huella de “los practicantes” sigue estando presente en nuestros días. No sólo eso, sino que los cargos de responsabilidad y representatividad (supervisores, coordinadores, etc.) siguen siendo ocupados por varones, perpetuando situaciones de desigualdad y discriminación.
Dejando a un lado este detalle, la Enfermería de manera general es una profesión invisibilizada y con poco reconocimiento social. Sin ir más lejos, las Navidades pasadas le regalé a mi sobrino un uniforme de Enfermero, ENFER-ME-RO, y todo el mundo dijo ¡ay qué guapo de médico! Y cuando dije que era de enfermero, contestaron al unísono, “pues mujer, será mejor que sea médico”. Si “ej que”, eso de cuidar a las personas… no es nada importante.
La profesión de medicina, sin embargo, cuenta con un alto valor social, ya tradicionalmente ha sido una profesión desempeñada en su mayoría por hombres, lo que ya antropológicamente hablando nos adelanta por la derecha; mientras que a la Enfermería le sucede lo opuesto, y he ahí la maravillosa “polarización” de ambas profesiones. Pero ya lo decía Robinson en 1946 “La enfermería es el espejo en que se refleja la situación actual de la mujer a través de los tiempos”. Ojo, y en el que nos seguimos reflejando. El otro día lo comentábamos en la sala del café, lo desvalorizadas que nos sentimos en nuestro entorno laboral, donde nuestra opinión parece ir siempre a la cola de todo y de todos los demás. Eso de que somos “un equipo, ¡au au au!” tendremos que dejárselo todavía a los espartanos, que esta “chica” o “señorita” lo único que pretende en algún momento de su vida, es que cuando se hable de Sanidad, se hable de multidisciplinariedad, que, cuando se hable de Enfermería, se hable de profesionales de la Salud, y que, cuando se hable de mujeres, se hable de personas.
Por el momento, toca seguir cortando las capas de invisibilidad que nos han tendido el Patriarcado y el Capitalismo sobre los hombros.
***Artemiss Torres Fernández es enfermera de quirófano en el Hospital San Eloy de Barakaldo.
Descargar artículo (pdf) Dont call me señorita – Artemiss Torres Fernández
Artículo publicado en la Revista Igualdad – Febrero 2020
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