Da pena y rabia que seamos de tercera clase. Mientras no nos demos a valer y demostremos que quizás no seamos más pero que tampoco somos menos pese a las circunstancias adversas, continuaremos siendo la región pobre y nuestros hijos deberán emigrar

¿CÁCERES? ¿Pero usted trabaja en Cáceres? ¿Eso es Extremadura, no…? Silencio breve…. Ufff… Mire es que allí no tenemos a nadie y no va a poder ser». «Y es que en Badajoz ni Mérida tampoco. Si fuese Sevilla o Salamanca que le cae más cerca podríamos, pero Cáceres es imposible. No obstante, cuando venga por Madrid, nos avisa y quedamos…».

Comienza el mes de los difuntos, del ‘Sandheim’, del ‘Magusto’, de las castañas y del importado ‘Halloween’. En este mes de noviembre y después de cuatro años dejaré la portavocía nacional de la segunda Asociación de Magistrados y Jueces de España en número, y creo que la primera en frescura, lucha e ideas por una justicia mejor para todos, Francisco de Vitoria. Como digo, a finales de noviembre abandonaré este puesto que con responsabilidad, orgullo y algún que otro disgusto he tratado de ejercer lo mejor que he podido, siempre, claro está, con la ayuda de otros compañeros. En estos cuatro años, han acaecido sucesos importantes relacionados con la justicia, no solo en el aspecto que podríamos denominar «externo»: Urdangarin, Rato, Junqueras… sino también en lo que afecta internamente a los magistrados. Y que a fin y al cabo acaba suponiendo un revuelo mediático de interés informativo. Por eso, desde que entré a desempeñar el cargo de portavoz he intentado atender y responder a cualquier medio o periodista que me lo ha pedido, fuese la hora que fuese y proviniera del lugar geográfico o ideológico que proviniese. No era difícil. Cuando tenemos claro lo que queremos se dice y ya está. Con radios y periódicos no han existido problemas… Pero, ¿y la televisión? Ay, la televisión. Eso ya es otra historia…

Como si de un sueño repetitivo se tratase, siempre escucho las mismas palabras: «Mire, somos de La Sexta que queríamos… Ah pero, ¿no está en Madrid? Buuuff, Pues mejor lo dejamos». «Que le llamamos de Antena 3 del programa de… y estábamos interesados que nos diera su opinión sobre… ¿Qué? ¿Qué es un magistrado extremeño y que no puede venir a nuestros estudios esta tarde? Ehhh… pues… mire, entonces lo dejamos, es que en Cáceres ni en Extremadura podemos llevar una cámara y claro, menos con el AVE que tienen…» (Sonido de sonrisa etrusca a través del móvil). «¿Don Raimundo Prado?». «Sí, ¿diga?». «Soy fulanito, de Cuatro o bien Menganito de Telecinco. Nos interesa su opinión para el programa de…». «¿Qué? ¿Qué vive y trabaja en Extremadura? ¿Y no habría posibilidad de que usted se acercarse a nuestros estudios? Le abonamos el vuelo o el AVE de la tarde, ah, entiendo… no se preocupe…». Como ocurre en las obras de teatro: silencio.

Esto que cuento es cierto y se repite una y otra vez. Puede parecer en principio inocuo, pero no lo es. Trasciende de lo superficial y se adentra en consideraciones dolorosas para Extremadura y los extremeños que la vivimos. Da pena y rabia que seamos de tercera clase. Que no podamos acceder a determinadas cuestiones en igualdad de medios con los demás. Que tengamos que trabajar mucho más para conseguir lo mismo que otros llevan ya adelantado. En realidad, salir o no en una televisión es secundario. Lo importante es la filosofía, las circunstancias internas que de ese detalle se desprende. Porque si no sales, no existes. Por estas y otras cosas, muchos nos consideran ignorantes en Extremadura, como personas poco evolucionadas desde aquel reportaje de Las Hurdes. Estoy cansado de los tópicos. De oír hasta la extenuación, ¡Extremadura, qué buen jamón! ¡Cáceres, que bonita la parte antigua! La verdad es que me he dado cuenta que en realidad hay muchos más paletos, en el sentido peyorativo del término, porcentualmente en determinadas ciudades que aquí. Pero mientras muchos de nuestros paisanos se dejen engatusar por cualquiera, mientras demos más valor a lo ajeno que a lo propio, mientras no trabajemos sin complejos para conseguir las cosas, pues nadie, nadie nos las regalará. Mientras los empresarios no puedan acceder a comunicaciones adecuadas. En definitiva, mientras no nos demos a valer y demostremos que quizás no seamos más pero que tampoco somos menos pese a las circunstancias adversas, continuaremos siendo la región pobre y nuestros hijos deberán emigrar. Viviremos de las arcas públicas que cada vez son más limitadas. No podremos competir de manera justa y además nuestros vecinos no podrán vernos en Antena 3 o La Sexta. Salvo que haya un descarrilamiento, o un nuevo Puerto Hurraco… ¡Dios en su bondad, no lo quiera ni permita!

Siempre nos quedará Teruel…

*** Raimundo Prado es portavoz nacional de la Asociación Judicial Francisco de Vitoria (AJFV) y magistrado del Tribunal Superior de Justicia de Extremadura.

Fuente: hoy.es