Albert Sánchez Guerrero

Somos el producto de nuestras decisiones. 

Hace tiempo un buen amigo me dijo que, en el fondo, somos el producto de nuestras decisiones. De una manera o de otra, el hecho de tomar una decisión tiene una significación relevante en nuestro futuro, ya sea de forma inmediata o a largo plazo. No ha pasado mucho tiempo desde que tomé la decisión de preparar la oposición de acceso a la Carrera Judicial y Fiscal, pero tengo la seguridad de que esa decisión ha marcado mi vida.

Como todo en la vida, esta historia tiene un principio. La mayoría de niños y niñas imaginamos durante nuestra infancia qué queremos ser de mayores, llegando a imaginar profesiones de ensueño. En mi caso, yo tuve muy claro desde un principio que mi futuro debería pasar por ayudar a los demás. Pasaron una multitud de posibilidades por mi cabeza: médico, profesor, arquitecto, etc… La idea de estudiar Derecho también pasó por mi cabeza, pero a diferencia de muchos de mis compañeros y compañeras, no era mi única opción. No fue hasta el momento de cursar mis estudios superiores que descubrí que las ciencias puras y yo no íbamos a ser amigos, a diferencia de las ciencias sociales. La opción estaba clara: debía estudiar Derecho.

Ser juez fue, desde un primer momento, una opción que llamó mi atención. Pero la respuesta siempre era la misma: es un camino difícil. Como estudiante de primer año de carrera, a mis 18 años recién cumplidos, era algo precipitado decantarme por esta salida sin haber tenido contacto con el Código Civil o con la Constitución. ¿Qué pasaría si la carrera no iba bien? Un mar de incógnitas para las que solo el tiempo tendría respuesta. La respuesta no tardó en llegar: estudiar Derecho fue una de las mejores decisiones de mi vida. Pude profundizar en el mundo de las leyes, conocer de primera mano los derechos fundamentales, el funcionamiento de un Estado de Derecho, las conquistas sociales a lo largo del tiempo… Estaba en el lugar adecuado para hacer algo más por los demás.

He empezado hablando de las decisiones y cómo marcan nuestras vidas: en mi caso, siempre recordaré el día en el que decidí opositar. Ese momento en el que tienes la sensación de estar sobre un trampolín a punto de saltar a la piscina, ese vértigo, la incertidumbre de comenzar a recorrer un camino en el que el final es incierto, pero, sobre todo, la ilusión de empezar un nuevo proyecto. Ya tenía las bases: conocía el mundo jurídico, tenía un mayor conocimiento de la Ley y, por supuesto, era consciente del lugar que ocupaba un Juez, no sólo en un procedimiento judicial, sino también en la sociedad. Era el momento de saltar, de atreverse, de no dejar pasar el tiempo y preguntarme con 40 años cómo habría sido mi vida si me hubiera embarcado en este proyecto. Era el momento de ir a por ello.

Cuando la gente me pregunta que a qué me dedico o qué estoy estudiando, muchos se sorprenden de que, a mis 22 años, esté preparando la oposición de acceso a la Carrera Judicial. “¿Juez, tan joven?”, suele ser la pregunta más frecuente. No es la única: muchas personas se sorprenden de que haya tomado la decisión de embarcarme en este proyecto sin saber cuándo conseguiré mi objetivo o, incluso, sin saber si lo conseguiré. Irremediablemente la pregunta que sigue después es: ¿y por qué Juez? Pues bien, como prácticamente todo en Derecho, no hay una única respuesta.

A lo largo de este tiempo, he aprendido que todo lo que nuestra sociedad ha conseguido no ha sido por intervención divina: es fruto del esfuerzo de muchas personas que, en el pasado, han luchado por los derechos fundamentales, por el Estado de Derecho, y la misión del Juez es proteger su legado, asegurar todos estos logros y, por supuesto, trabajar para que la justicia sea una realidad y no un ideal. Es el tipo de trabajo que desde pequeño había deseado.

Pero la realidad es que antes de llevar la toga y presidir un juicio hay un largo recorrido. No es un camino fácil: la incertidumbre es una fiel compañera que no se separa de ti en ningún momento, mientras que la concentración o la fuerza de voluntad para enfrentarse al temario son criaturas escurridizas. La posibilidad de no conseguirlo está ahí, es una realidad, pero todo tiene un precio y no siempre se paga con dinero. Ser Juez es mi ilusión, es la herramienta que me permitirá trabajar para conseguir una sociedad mejor, más justa, más igualitaria. Como no podía ser de otra manera, una herramienta así no cae del cielo, hay que pelear con uñas y dientes para conseguirla. Pero ya conocemos todos el dicho: trabaja en algo que te guste y nunca tendrás que trabajar.

Albert Sánchez Guerrero.

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